#11 La pelusa que escapó de la nariz de Charles Dickens
En esta breve historia narro las peripecias de una minúscula partícula que está en busca de un hogar para pasar la Navidad.
¡Hola!
Aquí va un nuevo cuento de Navidad:
La pelusa que escapó de la nariz de Charles Dickens
Arrancándose de la nariz del mismísimo Charles Dickens, una pelusa decidió buscar un nuevo hogar para pasar la Navidad. Llevaba sólo horas allí, pero para ella era como si hubiera pasado toda su pelusienta vida entre los mocos del resfriado autor inglés.
El momento del escape no se hizo esperar, y gracias a un profundo estornudo, ahora era libre. “¿Pero dónde podía una pelusa celebrar las fiestas?”, se preguntó mirando a través de una ranura en busca de inspiración.
Entonces observó a las traviesas partículas de nieve danzar con el viento; tal vez debía ser como ellas.
Sin pensarlo más, la pelusa se armó de valor, y en cosa de minutos, dejó Inglaterra. La velocidad del viento frío la arrastró por rincones insospechados. Visitó la India, Australia, el desierto del Sahara, Machu Pichu y hasta Rapanui.
En un pestañeo, la pequeña pelusa dio la vuelta al mundo, y mientras lo hacía, se sintió feliz de estar fuera de ese orificio nasal todo peludo y moquiento. No había lugar más repugnante en el mundo…
“¿Qué hacía encerrada en una nariz?”, se dijo entre risas.
Al pasear por el océano Atlántico, la pelusa sonrió y recordó las palabras del famoso Dickens, unas que leyó horas antes del gran estornudo y de su escape: “Así como hay contagio en la enfermedad y las penas, nada en el mundo resulta más contagioso que la risa y el buen humor”.
“Quizá tenía razón”, pensó de repente, y es que la pelusa había olvidado la razón del porqué había llegado hasta esa nariz.
Días antes había vagado por las calles de Londres sin encontrar un sitio tibio donde descansar. Se alojó en un limón podrido, en el lomo de una rata, en un periódico, y después, casi por arte de magia, aterrizó sobre el escritorio del famoso escritor, quien a esas horas leía las primeras hojas de un nuevo libro que había publicado, llamado “Un cuento de Navidad”.
Recién había salido de la imprenta y quería asegurarse de que todo estuviera en orden. La pelusa escuchó con atención aquella historia, pero como no oía tan bien desde la superficie del escritorio, se subió al libro, y, después, por accidente quedó enganchada a su nariz.
En ese momento no pensó en el resfrío, ni en los mocos, ni nada de eso; la pelusa estaba completamente absorta en el cuento que narraba Dickens. Tanto así, que creyó que viajaba con los personajes a los distintos escenarios. Oía la voz del malvado Scrooge y sentía escalofríos; imaginaba los postres de la cena de navidad y se saboreaba; y, más importante aún, por primera vez conocía la palabra navidad, y se había encantado con ella.
“¡Por eso había salido en primer lugar!”, recordó la pelusa con un suspiro.
Es verdad. Recorrer el mundo le había resultado maravilloso, pero aquel relato del autor le había inspirado a salir y celebrar la Navidad. Nada hubiera pasado de haberse quedado en la nariz, y fue entonces que decidió volver.
No a la nariz, claro, sólo quería estar junto al fuego y en casa de su amigo Dickens.
Volver a escuchar cuentos, conocer nuevos personajes y viajar con las palabras hasta los confines más fantásticos que haya conocido jamás.
El viento la trajo de regreso como si supiera exactamente dónde debía dejar a su pasajera, y en aquel hogar, la cena se veía hermosa, toda la familia celebraba, y en un rinconcito junto al escritorio del autor, una pequeña miga de pan dulce envuelta en una cinta de regalo le dio la bienvenida. Había llegado a casa.
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Un abrazo navideño,
Feliza
Cuentos de Navidad publicados:
#1 La segunda Navidad del señor Scrooge
#4 La inesperada confesión del trono real
#6 Horton y la Navidad de los Quién
#8 En espera de su pequeño Capitán