#9 Radolfo: el pudú de nariz roja
No es un reno, ni vive en el Polo Norte, pero tiene un sueño que quiere hacer realidad.
¡Hola! Aquí va el noveno cuento de Navidad:
Radolfo: el pudú de nariz roja
Había una vez un pudú que dormía plácidamente en medio de los bosques del parque Conguillío. Era un pequeño ciervo muy curioso, y tenía pegado a su hocico la portada de una revista en la que aparecía un hombre mayor vestido de rojo y un reno de nariz roja que según su familia podía volar por el color de su nariz.
A Radolfo no le interesaban las portadas de revistas, la fama, ni estar al lado de una persona vestida de rojo. Sólo quería volar, y que no se le pegara basura al caminar. Sentía que así podría ver mejor todo el bosque y explorar mucho más allá. Y si para eso necesitaba una nariz roja, pensó que no le quedaba más remedio que salir a buscarla.
Primero trató de pintarse la nariz con un poco de tierra, pero eso la hacía ver sucia y no se veía nada roja. Luego buscó algunas flores de chilco para que le entintaran su nariz, pero no le pintaban nada y acabó comiéndolas porque son muy dulces. Finalmente, se sumergió en un arbusto de moras y quedó todo teñido de morado.
Radolfo no se rindió y de pronto encontró un montón de frambuesas que alguien había dejado en una bandeja de mimbre. Al hundir su hocico en ellas, no quedó pintado, pero de pura casualidad, sintió que una de ellas había quedado enganchada a su nariz. No era muy grande, así que podía respirar, y al verla en el reflejo de un arroyo cercano se dio cuenta que casi parecía una nariz roja real.
En ese momento decidió probar si podía volar. Trotó colina abajo, dio un salto, pero nada. Corrió con más fuerza, y aún así sus patas seguían enganchadas al suelo. Estaba decepcionado. No quería hacer nada más y se dispuso a descansar bajo la sombra de un lleuque, un árbol nativo muy frondoso.
Había perdido toda esperanza, hasta que en sus sueños algo extraño sucedió: el reno de la revista lo vino a buscar y le dijo que él mismo se encargaría de ayudarlo a volar. Radolfo siguió a Rodolfo y su nariz roja que iluminaba el cielo estrellado, se perdió entre las nubes y llegó a un rincón repleto de nieve y muy frío para un pudú con la nariz de frambuesa.
En un abrir y cerrar de ojos, se encontró acurrucado en un establo calientito y de lejos contempló a través de una ventanilla el paisaje helado. Chocó su nariz contra el vidrio, y sonó. Entonces se despertó y descubrió que ya no estaba en casa, que había volado muy lejos y que ahora debía averiguar el modo de regresar al sur…
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Un abrazo navideño,
Feliza
Cuentos de Navidad publicados:
#1 La segunda Navidad del señor Scrooge
#4 La inesperada confesión del trono real