#10 El Cascanueces del mall
No todos los cascanueces muerden nueces, este es gigante y vive en un centro comercial.
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Aquí va el décimo cuento de Navidad:
El Cascanueces del mall
Muy cansado de estar parado en medio del pasillo del mall, un enorme Cascanueces me sorprendió con un chasquido, me pidió que me acercara y me confesó al pasar: “Sólo espero que llegue la Noche Buena para poder escapar”.
Su voz llamó mi atención, sonaba algo triste y lo escuché hablar un poco más. “El día 24 el mall cerrará temprano. Por fin podré desplazarme, ir al baño, jugar y comer unos churros con manjar. Todos quieren sacarse fotos conmigo o inspeccionar, pero después se aburren y yo también, quiero pasear, llegar hasta el último piso, no pido nada más”, dijo de nuevo entredientes, porque siempre parecía que estaba mordiendo algo con su mandíbula saliente.
El día 24 de diciembre llegué muy temprano y de incógnita. Sigilosamente tomé una yegua y con unas cuerdas logré atar al gigante Cascanueces y moverlo del lugar antes de que iniciara el horario de entrada del personal.
No hicimos mucho, pero lo logré pasear.
Lo llevé al baño y lo ayudé a secarse las manos con esa máquina que lanza chorros de aire. Jugamos en las escaleras mecánicas, desordenamos los adornos de Navidad y, finalmente, fuimos al último piso y le entregué un churro que de chiripa había guardado para saciar su hambre.
Cuando dieron las nueve sabía que debía devolverlo a su lugar, pero un repentino giro del destino me hizo tropezar. Sin querer empujé a mi nuevo amigo. El pobre Cascanueces quedó atascado en el ascensor y no lo pude devolver a su sitio…
Era momento de despedirnos. “Eso estuvo genial, no fue un día normal”, dijo el Cascanueces mirándose en el espejo del ascensor. Pero no había nadie de quien despedirse. Era yo, siempre fui yo.
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Un abrazo navideño,
Feliza
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